lunes, 22 de abril de 2013

... la vida bajo el sol... tocando el fin del mundo...

Una breve, solo por que no puedo dejar de escribir sobre Santiago.

Voy a saltar - sin animo de olvidar, claro- mi paso por España  oriental para llegar al fin del mundo: Finesterre... Santiago de Compostela. Donde una vez, a criterio romano, terminaba la existencia humana. Y como comienza la mia!.
Santiago es calida. Aunque ventosa, los colores tienen otra forma de brillar aca. No se si es que simplemente era momento de sonreir, o es el lugar de hacerlo. Pero aqui uno se siente vivo. En mucho, es por la contagiosa sonrisa de Maria, la amiga a quien espere en el frio por dos horas y me ha compensado con innumerables horas de charlas.... como puede encontrar uno a alguien en el mundo que sientes que conociste antes?. Santiago tiene esa magia.
Estoy en el corazon mismo de la ciuda vieja... cada dia, al ver por el balcón se respira ese aire bohemio de la santiago postrada en el tiempo, con el suave balanceo del violinista que se gana la vida entreteniendo turistas... justo frente a la ventana. Estoy enamorada de este paisaje, de este aire, de este olor. Que ciudad tan increìble! para descansar, para pausar... para respirar. Se que mi sed de ciudad grande me traicionarìa en algun momento... pero regresar a santiago, caminar nuevamente por el rio hasta salir de la ciudad... poner los pies en sus callecitas tortuosas llenas de historia y leyendas. Es otra promesa.
Hasta el acento es càlido aca. El gallego es un portuñol con acento italiano... es extraño al oido, y a la vez tan familiar.
No he visto nada... llevo cuatro dias aca y ademas de caminar y ver las calles con ese aire de paz y esa sonrisa tonta que me he pillado esbozando, no he visto nada. No he visto nada con ojos de turista -confieso que ayuda haber perdido la camara... -

Aca vine a vivir. A descansar. A saborear. Y me ha llenado de energía.

Las caminatas con los amigos de maria, las charlas en el parque sobre los escapes de la vida con Daniel, las sonrisas de las abuelas en el mercado, la enorme sonrisa de la mama de maria cuando me levante a comer el pescado... la delicadeza de esas casas con historia y esa abuela que no se cree que uno puede viajar hoy de londres a paris en tren... todo ese mundo de ideas mezcladas con el brillante sol de la mañana, que se oculta recien a las 9 de la noche...
He llegado al fin del mundo: Finisterre.
Tocado el final... respirado.
Ahora si, me toca volver... patitas en polvorosa: y a vivir!

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